Vínculo y fotografía
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Vínculo y fotografía

Desde pequeña tuve un especial vínculo con la fotografía. En casa había un armario con cajas y álbumes fotográficos. Detenerme en ellos me invitaba a viajar e imaginar. La mayoría,  para mí,  eran retratos de personas desconocidas. Me provocaban cierto misterio. Durante esos años el silencio era habitual entre familias y no se sabía mucho sobre los sucesos o  familiares.

Cuando de adolescente tuve la posibilidad de obtener una cámara fotográfica se despertó en mí la pasión y el disfrute de hacer fotos. El vínculo de la fotografía se entretejía con el vínculo de las personas que retrataba.

Fui creciendo con la cámara, usándola en entornos íntimos. Admiraba la fotografía de calle, incluso veía muchas imágenes en mis pasos por la ciudad pero me violentaba disparar, sentía cierta vergüenza al  hacer uso de ella en los espacios públicos.

Comencé a crear un lenguaje propio, recortes de emociones. Disparaba fotos desde el silencio.

La fotografía acompañaba la pintura, ambas eran igual de importantes. Trabajaba con las dos de manera natural. Ellas vinculadas a mi vida o mi vida vinculadas a ellas.

En esos momentos, en la pintura el color era tema de exploración mientras que en la fotografía hacía uso del blanco y negro. Éste matiz, entre gradaciones de grises,  se alejaba de la percepción inmediata del entorno y ayudaba a transmitir otros caracteres de la persona retratada. A ello se sumaba el trabajo que se realizaba en el laboratorio fotográfico el cual aportaba también a la construcción del lenguaje. Todo era un espacio de experimentación e intriga por descubrir. El jugar con la luz me fue permitiendo entrar en un campo de expresión cercano al onírico. Se entretejía un juego de realidades y ficciones que ampliaba la expresión. Un visionario de referentes fílmicos impregnados en nuestras retinas. Pasaron unos cuantos años hasta que integré el color en la fotografía, pero eso es ya otro tema.

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